miércoles, 12 de octubre de 2011

Aprendiendo a cocinar

El ser humano no sólo se nutre de los alimentos. Proteínas, Vitaminas, lípidos, esos elementos son sólo los compuestos químicos que un organismo vivo puede -o no- necesitar para existir. La nutrición es mucho más que una dieta rica de, o con carencia de; la nutrición está ligada con todo aquello que nos nutre, que nos mantiene.

En épocas de opacidad, escepticismo y nostalgia, he intentado buscar qué me mantiene. A qué debo aferrarme, siempre manteniendo aquella dicotomía entre lo que el yo me indica y lo que los demás sugieren. La realidad es que no lo sé, no sé que me nutre; pero si de algo me he percatado, es que estoy esperando el plato principal y estoy cansado de los entretemeses y los aperitivos que siempre me dejan vacío, con ganas de un más que luce cada vez más sombrío.

Comienzo a probar. No sólo esperando conseguir aquello que me sacie, que me deje satisfecho y que me obligue, al siguiente día, desear lo mismo. Resulta que la rutina se ha vuelto el satán de lo divertido, de lo nuevo, de lo moderno.

En esa búsqueda, me han dicho "se acabó" o, sencillamente, he deseado que se acabe. Todo depende de la disposición de la cocina o de la mía propia. El resultado: siempre quedo insatisfecho y con ganas de un poco más, pero más de qué?

Ese es el punto de esta entrada. Hoy creo haber descubierto que el problema no era los platos que me servían, sino el restauran. Ese pequeño sitio, somnoliento y tenué donde sólo me sentaba a esperar -O que a veces, por desesperación, exigía rapidez- era el problema.

No era por las opciones de entretemes o por el postre, era todo el sitio. No me agradaba sentarme todos los días allí, en el rol de consumidor. Yo no tenía el control de lo que se me ofrecía, sólo me sentaba, expectante, escéptico y predispuesto; esperando únicamente una sorpresa entre un menú que por años yo mismo había mantenido así, inmutable y aniquilante de nuevas opciones, de nuevos sabores y de nuevas formas.

Me dí cuenta que el plato principal, aquel que consumía mi atención y mi preocupación, debía ser remplazado por algo más. Por nuevos nutrientes, por nuevas vitaminas... Debía ser yo el plato principal. No entiendes? A ver, lo explico ahora sin la metáfora incomoda.

No tengo porqué esperar a nadie. No tengo que formular mi vida imaginándola de ninguna forma, no debo ponerle un nombre distinto que el mío a mi destino, ya que el mismo está dirigido, dictado y labrado sólo por lo que yo mismo soy capaz de ofrecerme.

No necesito de siempre asistir a los mismos sitios con la esperanza de un salvador, de un mesías, de algo "distinto", eso es predisponer el amor, la magia y el desarrollo de los eventos. No tengo que cambiar de plato principal, ni siquiera el menú, tengo que cambiar el hecho de ponerle tantas energías a algo externo a mí.

Nadie quiere estar solo, pero afrontémoslo: es una probabilidad. Todo lo es. La cuestión es que, podemos sentarnos en un restauran y esperar a ver qué viene, o puedes irte a tu casa y cocinarte lo que deseas, fabricarlo y disfrutar de sus imperfecciones. Pero, al final de día, estarás satisfecho -a pesar de que puede que no funcione- porque será producto de tu imaginación, de tu esmero y de tu trabajo.

Hoy hago una apuesta: por mí. Me lanzo por lo seguro, por lo que puedo cambiar, mejorar o estropear. 

Dejaré el restauran para las citas; y la cocina para el amor.