jueves, 8 de julio de 2010

Promesa divinamente profana

En el nombre de el Padre, de el Hijo y de el Espíritu Santo, Amén. Cuáles son tus pecados, hijo:

Padre, he amado más de lo que se me ha permitido. No es que haya una medida, pero inmensurablemente he amado.

He amado a 3 personas. A dos de ellos, los destrocé. Le restregué el amor profeso y lo convertí en convicto. Me burlé de sus sentimientos e hice que se tragaran su futuro. Convertí el pasado en mi verdugo y el presente en su purgatorio. Me comí sus esperanzas y me deleité con el sabor del fracaso. Maté algo más que una idea, maté un ideal.

Sin embargo, está la 3era persona. Una persona que llegó de la nada y se ha convertido en todo. Una persona que llenó una copia media vacía y la rebozó para hacerme vivir en un mar. Un mar inexplorado, iracundo de pasado rancio, pero presente alentador.

El tiempo cuando estoy con él no conoce de segundos, sólo es calificable como eterno. El aire cuando respiro es, sencillamente, un medio del que me aprovecho vilmente para subsistir mientras él no está, para rogarle al tiempo que pase hasta que su silueta desdibuje algo más que la forma del horizonte: sino que resulte una sonrisa que se burle de la vanidad de su ausencia en mi presencia.

He pecado, Padre, porque no he amado al prójimo, a ese prójimo, como a mí mismo, sino mucho más que a mí. No es una mera jerarquía en el rango de prioridades, sino una reafirmación de que nada tiene sentido sin la intensidad de este amor y corro vanagloreándome de lo afortunado que soy, siempre cargando el pasado conmigo y el presente con él.

Ahora, dicho esto Padre, dígame: Es capaz el ser humano de sentir tan intenso amor que logré describir pero que aún no he logrado hallar?

viernes, 28 de mayo de 2010

La certeza de la Incertidumbre

Si pudieras caracterizarte, qué verías? Si pudieras escucharte, qué oirías?
Si pudieras nombrarte, cómo te llamarías? Si pudieras quererte, realmente te amarías?
No son simple moralejas que nos llevan a lo incierto, es mucho más que eso, es el deseo.
El deseo por tener lo que no tienes
De querer desear lo que tienes
Y de repeler las tentaciones por más

Si pudieras tener lo que quieres, qué soñarías? Si pudieras obtenerlo, serías feliz?
O querrías más
No lo sabes, no lo sé ni nadie lo sabrá. Sólo lo sabrás tú cuando sea demasiado tarde
Tarde para qué?
Bueno, para valorarlo, para desear lo que tienes y lo que no tienes
Para mirarte al espejo sin quejas ni complejos
Tampoco con ufana gloria, sólo para verte
Y estar tranquilo

Vivir: no hay definición de esa palabra, no hay contexto ni hay aplicaciones
Puede que sea un balance, un equilibrio, o un exceso, califícalo
Pero si lo calificas hoy, apostarías tu vida a que mañana tendría la misma connotación?
Si decides algo hoy, estás seguro que tomarías la misma decisión?

En estos últimos minutos de vida, no de la mía, sino de aquél que está literalmente muriendo
Por el amor de su vida o por la vida que jamás amó
Lo único cierto palpable es lo incierto evidente.

jueves, 4 de febrero de 2010

Convicción ajena

Wow. Estuve alejado algún tiempo de aquí. Fue un etapa, no sé si te ha pasado, que aunque viviste reciéntemente, no podrías acordarte de ella por más sudor de otra persona haya dejado en tu cama o en tu vida. Es una etapa en la que todo era tan oscuro, que por más que trates de acordarte de las caras de las personas con la que tiraste (jamás catalogaría eso "hacer el amor" y menos "tener sexo", es algo mucho más superfluo), no puedes acordarte qué hiciste realmente.

Y, precisamente cuando pensaba en eso, encontré una frase del dramaturgo irlándes Oscar Wilde que describe precisamente esas épocas en la vida: "Lo menos frecuente en este mundo es vivir. La mayoría de la gente existe, eso es todo".

Esta época recién vivida por mí podría llamarse como una mera existencia vanal sin ningún tipo de motivación alguna. Claro, no podría describir o caracterizar todos los momentos recién pasados como una mera existencia carente de significado; pero sí podría decir que me encuentro en el mismo punto que cuando me adentré a la oscuridad: sin respuestas.

Cuando conviertes al amor como tu motor principal de vida, cuando sólo ries o lloras por un tercero o, peor aún, cuando dejas de tener una silla que se llama "Companer@ de vida" para colocarle "Pedro o María" estás grave. Mi metáfora es sencilla: Cuando te das cuenta que ya le otorgaste el carácter de PERMANENTEMENTE POR SIEMPRE a alguien, es cuando debes darte cuenta que estás cometiendo la mayor traición, a ti mismo y una carga innecesaria a la contraparte.

Una de las verdades que acepto como universal es que los seres humanos somos seres inestables, mutantes, cambiantes (no necesariamente evolucionando, porque sí que hay seres que involucionan en esta vida). Creo que estarías de acuerdo conmigo si afirma que nadie ha nacido y ha muerto manteniendo siempre los mismos ideales, sin que al menos sus perspectivas hayan sido levemente modificadas por las experiencias vividas, no?. Bueno, qué demonios pasa por nuestras mentes cuando le asignamos un sinónimo de perpetuo a algo inestable? Cómo podemos apostar a un futuro compartido sin ningún plazo cuando hasta la vida lo tiene?

La idea de amar "hasta que la muerte los separe" es realmente atractiva. Cesarían las búsquedas infructuosas, los ensayos/error que tantas marcas dejan en el alma, acabarías con la soledad que siempre amenaza en regresar, Wow, eso sí es tentador y hasta posible de conseguir. Pero cómo saberlo? La felicidad plena no existe, tampoco esa clase de convicciones.

No busco evitar que ames o que te amen; lo que sí busco es tratar de convencerte (y convencerme) de que una tímida estabilidad siempre dependerá más de nosotros que de cualquier tercero. Si a veces nosotros mismos nos defraudamos, hemos de esperar que los demás no puedan hacerlo igualmente?

Mientras tanto, yo seguiré fumando y repitiéndome que todo es culpa de la inconformidad humana. Sin embargo, nunca perderé la esperanza. No de que la esencia humana cambie, sino de poder encontrar a un tercero que equilibrie la balanza, pero que la balanza de él y la mía sean las mismas. Que el amor no sea un producto tranceable, sino de que ambas etiquetas (las de companero y su nombre) existan bajo un mismo techo: el mío.